Prácticas socioculturales de lectura y escritura
- Mirian Villani
- 25 dic 2023
- 7 Min. de lectura

Al pensar la relación entre la palabra escrita y la palabra hablada, es posible encontrar un primer acercamiento en Ong, quien explica que la escritura es un sistema secundario que depende de un sistema anterior: la lengua hablada. Tal es así que la oralidad ha existido en muchas culturas sin el pasaje a un sistema de escritura. Pero nunca a la inversa.
El autor hace ver que la oralidad se realiza en su forma plena con la escritura y es esta última la que transforma la conciencia humana, permite la extensión de las posibilidades del lenguaje hasta crear nuevos esquemas de pensamiento, es una tecnología porque es artificial, necesita de instrumentos externos y como tal, reestructura la conciencia. Para llegar a esta conclusión, el autor toma a Platón y sus objeciones en relación a la escritura. La defensa que hace Ong de la escritura es que el filósofo pudo lograr formar su pensamiento filosófico y criticar a la escritura -defendiendo la oralidad- debido a los efectos que la escritura comenzaba a manifestarse sobre sus procesos mentales. Pero Platón conforme al contexto agonístico, escribió sus enseñanzas en forma de diálogo, dado que los textos escritos inevitablemente están atravesados por la lengua (material de la literatura según Bajtín), llevan en sí las ideologías, los conflictos sociales, la dominante en el tiempo, el tipo de subjetividad y las prácticas sociales de su época.
Ong interpreta a Platón tanto como Borges (en Del culto de los libros) quien menciona que para los antiguos la palabra escrita conformaba un sucedáneo de la palabra oral, así como el primero entiende que la escritura transforma la conciencia, para el gran Borges la escritura tiene poder sobre la vida. La palabra posee un poder fundador; ello se ve claramente en los relatos etiológicos como el Popol Vuh, donde se plantea el principio creador del mundo a través de la palabra. Era suficiente que los dioses llegaran al lugar donde estaban depositadas las tinieblas y hablaran entre sí para crear por medio de ella.
Siguiendo la idea de Ong, la lectura y la escritura cambian las relaciones de poder, ya que esta última que consigna una palabra en el espacio, extiende las posibilidades del lenguaje ilimitadamente dando una nueva estructura al pensamiento y transforma el habla. Esto también es analizado por Petit al investigar los tabúes que se construyen en torno a la lectura (como la inutilidad, el hábito solitario que segrega del grupo, la culpa...) en el ámbito rural, donde el dominio de la lectura y el acceso a los textos impresos ha sido por largo tiempo un privilegio de clases, de quienes detentaban algún tipo de poder: los notables, los representantes del Estado, las autoridades eclesiales. La Iglesia católica -a través de la práctica de la liturgia- asume el rasgo de oralización de los textos bíblicos que le permite controlar la interpretación de los mismos y en forma similar vigilar la lectura como acto colectivo que merecía ser controlado.
Entonces para llegar a confrontarse con los libros sin la intermediación de modelos religiosos de lecturas controladas (o de cualquier grupo de poder) aplicados a las sociedades rurales y el salir del orden prescripto, lleva a la transgresión de los tabúes. La conquista de un espacio de lectura a la que se accede muchas veces fuera del entorno familiar y del marco habitual de la vida, se organiza desde el exilio, se instala como pérdida del vínculo corporal con la tierra de origen.
Sobre la lectura, existe una escena que recrea Pradelli acerca del mendigo. Es posible encontrar un lazo con el pasaje que halla Borges al narrar el recuerdo de San Agustín cuando éste veía a San Ambrosio leer sin emitir palabra; leía y las páginas penetraban en su alma al igual que aquel mendigo que recogía papeles fuera del escenario de la feria del libro, buscando palabras. Ambos, envueltos en la necesidad de ir por ellas, buscarlas hasta encontrarlas.
Pero para leer hace falta el acceso al libro, si bien puede ser considerado como algo natural. Petit hace ver que la práctica de lectura puede resultar imposible, arriesgada, principalmente cuando se entra en choque con las costumbres, los valores, el universo cultural del lugar en el que vive. Los obstáculos sociales, culturales, psíquicos, que hacen de la lectura una actividad riesgosa, se suman a otra resistencia que analiza Pradelli, ocasionada por la ausencia de libros en el aula. Por ello menciona la importancia de su presencia en al ámbito escolar, más aún en los contextos desfavorables. Ausencia que lleva al empobrecimiento del vocabulario, de la expresión oral y escrita hasta acabar con la imaginación. Un escollo más que se adiciona al acercamiento a la práctica lectora, se ubica en la presencia de la cultura del video clip, que emite un todo elaborado. En cambio, la lectura implica un proceso que exige esfuerzo, tiempo, dedicación, compromiso, actitud activa y reflexiva. De esta manera, la cultura juvenil se encuentra con la cultura letrada en el campo de batalla simbólico que son los medios masivos de comunicación; se afirma que la escuela puede beneficiarse al incorporar las destrezas y saberes que los estudiantes han aprendido en otra parte: por ejemplo la velocidad adquirida por el manejo del video juego, la capacidad de compresión y respuesta ante la imagen vertiginosa y superpuesta del video clip y así sucesivamente.
Pradelli refuta y va más lejos, puesto que analiza que esta situación puede servir sólo hasta cierto punto a la escuela, en tanto la misma no puede relegar la función más importante que es la de formar lectores críticos; lectores que puedan tomar decisiones sobre la base de lo que leen, que asuman posturas propias y personales frente a los acontecimientos histórico y culturales; que logren interpretar mensajes de circulación social, cuestionar, comparar y desarrollar críticas frente a los discursos que circulan en los medios de comunicación social. La autora expresa la necesidad de que la escuela recupere la lectura y la literatura, puesto que esta institución es el lugar en que se ofrece un cambio de alternativas; de otro modo se corre el riesgo de reforzar el destino social de origen de los sectores desfavorecidos.
Leer es enriquecer el libro y este sentido es hallado en Borges[1] cuando evoca a Emerson quien decía que ante la presencia de un libro se estaba junto a los mejores espíritus de la humanidad, que están a la espera de nuestras palabras para salir del mutismo; basta con abrir el libro para hacerlos despertar. Para Borges, la lectura representa una especie de felicidad menor; otra forma de felicidad menor es –para el escritor- la creación poética, o lo que puede llamarse creación, como mezcla de olvido y recuerdo de lo que se ha leído. Para Petit leer es convertirse en tránsfuga, sentirse arrastrado hacia delante a lo largo del libro por una fuerza que se acumula poco a poco, que mueve a los desarraigados a inclinarse a esa actividad, apropiándose de nuevos conocimientos, ver la realidad desde otra perspectiva. Pues la lectura permite ir más allá de las intenciones del autor, invita a escaparse, transportarse hacia nuevos horizontes, liberarse de la esclavitud de quienes detentan el monopolio del saber, descubrir la posibilidad del goce estético, reclamar el derecho a tomar la palabra tornándose la lectura en un hecho democratizante.
La autora menciona que es la lectura la que contribuye a reconstruir las representaciones, la identidad, como antesala para una ciudadanía activa. Se lee con el cuerpo en búsqueda de una verdad lúdica, donde el juego se transforma en un trabajo corpóreo. La lectura -ese gesto del cuerpo, la tensión que establece un orden y un deseo- lleva a que el ser humano se relacione con ella en términos ambivalentes, es atravesada por la fuerza del deseo pero también a ciertos miedos a medida que crece en ese deseo.
La lectura llega a ser una buena conductora del deseo de escribir, “no es en absoluto que queramos escribir forzosamente como el autor cuya lectura nos complace, lo que deseamos es tan sólo el deseo de escribir que el escritor ha tenido, es más: deseamos el deseo que el autor ha tenido del lector, mientras escribía, deseamos ese ámame que reside en toda escritura”[2]
Entre el deseo y poder Pradelli encuentra nuevos sentidos a la escritura –al igual que la lectura- como ejercicio de libertad, como proceso de alfabetización que no culmina nunca, trabajo arduo que lleva hacia el camino de la comprensión, ampliándose el conocimiento de los otros, de sí mismo. Por ello la autora narra un pasaje de la creación del Nusho, que en Chino quiere decir escritura de mujeres. Surgió como lengua hace más de 1.700 años, cuando las mujeres chinas -privadas de una educación formal- vivían encerradas en las casas de sus padres o de sus maridos, sometidas a la autoridad masculina, sin posibilidades de aprender a leer y escribir el idioma de los hombres. Fue así que aquellas campesinas analfabetas inventaron un idioma propio, con el que escribieron sus historias, canciones, consejos para las recién casadas. En el único campo que se les fue permitidio, el bordado de telas, encontraron por medio de la invención escrita la forma de pasar al otro lado, dominando un instrumento considerado como herramienta de poder. “Quien escribe construye con palabras una casa propia donde habitar, que, no pocas veces, protege de los materiales corrosivos del tiempo”.[3]
Retornando a Ong vemos que durante más de mil años un idioma como el latín culto estuvo vinculado a una cuestión de género, como lengua hablada y escrita únicamente por varones, aprendida fuera del hogar. Es así como la escritura segregó a distintos grupos sociales. Este pensamiento se asocia a la idea sostenida por Levi Strauss, quien correlaciona la escritura como práctica de dominación, como medio de comunicación que facilita la esclavitud de otros seres humanos. La escritura como invención y su uso en las artes, es el resultado secundario que justifica o dimisula su función primaria.
Un pasaje del Popol Vuh narra: en el silencio de las tinieblas donde viven Tepeu, Gucumatz y Hurakán, cuyos nombres guardan la existencia de la creación, de la muerte, la tierra y de los seres que hablan, nombran y la vida se hace en el seno de lo increado.
En el principio existía el Verbo enuncia el evangelio según San Juan. Esto es, al comienzo fue la Palabra de Dios que dijo el mundo, su decir, el decir de los dioses es su crear. Los más incrédulos podrán pensar “al principio fue el logos“, esto refiere a la expresión, palabras como la idea que se guardan dentro de ella. Las palabras definitivas, definitorias malgastan la vida y se tornan en expresiones vacías.[M.1] Pradelli lleva a pensar otra dimensión, la de la escritura del Nushu, de aquellas mujeres chinas en ese silencio, en secreto, en su ámbito cotidiano, crearon un lenguaje propio, lejos de las grandes palabras de los dioses, lograron expresar, afimarse y trasmitir a través de la escritura, nombraron y crearon un mundo
[1]BORGES, J. L “ Borges Oral. Conferencias“.. Emecé. Pag. 25
[2] BARTHES, Roland Sobre la Lectura en “El susurro del lenguaje“ más allá de la palabra y la escritura. Ed. Paidós. 2002 Barcelona. Pag. 47.
[3] PRADELLI, Angela “Libro de lectura“. Crónicas de una docente argentina. Emecé ensayo.2006. Bs. As. Pag.114.
[M.1] Rainer María Rilke escribió:
Me espantan las palabras de los hombres.
Dicen todo con harta claridad:
Esto se llama perro, aquello casa,
Y aquí está el principio y allí el fin.
Todo lo saben, lo que fue y será
La montaña ya no les maravilla,
Su granja y su huerto linda con Dios.
..Me encanta oír como las cosas cantan.
Las tocáis: se vuelven mudas y rígidas,
Vosotros me matáis todas las cosas.